La güela de Asturias se llama Lorenza Almirante Salceda, vecina de Potes (Asturias), que cumplió ayer 105 años, rodeada de sus hijas, nietos y biznietos. La centenaria asturiana, nació el 10 de agosto de 1908 en la localidad de Los Llanos, en el municipio de Camaleñu. De familia muy humilde, trabajó desde muy niña. Lorenza, a pesar de tener que trabajar, tuvo tiempo para ir a la escuela.
Recuerda que «al trabajar durante el día ayudando a mi madre en las labores de casa y del campo, iba andando por la noche a la escuela de Mogroveju. Las clases eran de seis a ocho de la tarde, desde la feria ganadera de Los Santos, a comienzos de noviembre, hasta el mes de marzo, coincidiendo con la festividad de San José. Aprendí a leer y escribir, y llegué a dividir por dos cifras».Lorenza Almirante vivió su niñez en su pueblo natal de Los Llanos y no salió de él hasta que un día recibió el encargo de su madre de ir a llevar unas mantecas a la localidad de Ojeu (Cillorigu de Llébana). «Tenía que ir andando y llegar hasta la casa de una señora que estaba enferma, para entregarla las mantecas. Las llevaba envueltas y metidas en un pañuelo. Yo sólo sabía que tenía que cruzar dos puentes sobre el río. En Potes, crucé el puente de San Cayetanu y me dijeron que tenía que salir de la villa para llegar a Ojeu. Ya en la casa, entregué las mantecas y me dieron de propina 40 céntimos, con los que compré unas galletas para poder llevar a mi madre».Los recuerdos se agolpan en la mente de una mujer que ha vivido muchas experiencias, como cuando llegaban las navidades, celebrándose en familia, pero de forma muy humilde. Lorenza, dice que «se guardaban manzanas y castañas, y esos días se asaban a la lumbre. Era lo que había para cenar, y nos sentíamos muy felices. En el pueblo se cantaban los aguinaldos por las calles, y con lo que se recogía por las puertas de las casas, se hacía una comida».
Lorenza Almirante se casó en el año 1936 con Bernardo Dosal, vecino de Mieses, y fue a vivir a la localidad cercana a la villa de Potes. «Teníamos dos vacas, ordeñaba, y bajaba la leche en marmitas a vender a Potes. Por un cuartillo me daban un real. También bajé muchos años al mercado semanal de los lunes. Eran mercados con mucha concurrencia de gente, donde se bajaban a vender productos de todos los pueblos. Yo me ponía en la plaza a vender hortalizas, que se cortaban y preparaban el domingo por la tarde. Almorzábamos patatas, y se regresaba al pueblo al atapecer».
Recuerda que «al trabajar durante el día ayudando a mi madre en las labores de casa y del campo, iba andando por la noche a la escuela de Mogroveju. Las clases eran de seis a ocho de la tarde, desde la feria ganadera de Los Santos, a comienzos de noviembre, hasta el mes de marzo, coincidiendo con la festividad de San José. Aprendí a leer y escribir, y llegué a dividir por dos cifras».Lorenza Almirante vivió su niñez en su pueblo natal de Los Llanos y no salió de él hasta que un día recibió el encargo de su madre de ir a llevar unas mantecas a la localidad de Ojeu (Cillorigu de Llébana). «Tenía que ir andando y llegar hasta la casa de una señora que estaba enferma, para entregarla las mantecas. Las llevaba envueltas y metidas en un pañuelo. Yo sólo sabía que tenía que cruzar dos puentes sobre el río. En Potes, crucé el puente de San Cayetanu y me dijeron que tenía que salir de la villa para llegar a Ojeu. Ya en la casa, entregué las mantecas y me dieron de propina 40 céntimos, con los que compré unas galletas para poder llevar a mi madre».Los recuerdos se agolpan en la mente de una mujer que ha vivido muchas experiencias, como cuando llegaban las navidades, celebrándose en familia, pero de forma muy humilde. Lorenza, dice que «se guardaban manzanas y castañas, y esos días se asaban a la lumbre. Era lo que había para cenar, y nos sentíamos muy felices. En el pueblo se cantaban los aguinaldos por las calles, y con lo que se recogía por las puertas de las casas, se hacía una comida».
Lorenza Almirante se casó en el año 1936 con Bernardo Dosal, vecino de Mieses, y fue a vivir a la localidad cercana a la villa de Potes. «Teníamos dos vacas, ordeñaba, y bajaba la leche en marmitas a vender a Potes. Por un cuartillo me daban un real. También bajé muchos años al mercado semanal de los lunes. Eran mercados con mucha concurrencia de gente, donde se bajaban a vender productos de todos los pueblos. Yo me ponía en la plaza a vender hortalizas, que se cortaban y preparaban el domingo por la tarde. Almorzábamos patatas, y se regresaba al pueblo al atapecer».
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