En el PP ya no queda vivo ni el mito de que los días malos son los lunes. Una sucesión de noticias, comunicados, imágenes y declaraciones convirtieron el jueves 29 de octubre en una de las jornadas más complicadas para Mariano Rajoy desde que es presidente del PP. Y batir ese récord, con las turbulencias que ha sufrido desde que perdió las elecciones en 2008, no era sencillo.
Rajoy anuncia "respuestas" en el Comité Ejecutivo del martes. La dirección pidió en un comunicado que nadie hable, pero fue inútil La sensación de caos absoluto dominaba a la mayoría de los dirigentes al final de una jornada agotadora. Y todos los cabos sueltos que Rajoy ha ido dejando en las últimas semanas se juntaron para enmarañarse. Todo empezó con una frase de Ricardo Costa, al que su jefe, Francisco Camps, no se atrevió nunca a destituir formalmente en un Comité Ejecutivo, como exigen los estatutos.
Costa lleva tres semanas esperando a que alguien en Génova le llame a declarar. Él dijo que suspendería sus funciones cuando le abrieran una investigación, pero nadie lo ha hecho. Así que, tal y como dice el acta firmada por su teórico sucesor, se considera secretario general.
Por eso, en un claro reto a la número dos del PP, Dolores de Cospedal, que este mismo lunes insistía en que él ya no es secretario general, Costa señaló en las Cortes autonómicas valencianas: "Creo que, como militante y como secretario general, es importante que la dirección nacional ratifique la gestión del partido en estos años, ratifique mi gestión como secretario general y también ponga en valor mi honradez".
Cospedal no se lo pensó dos veces y quiso demostrar una autoridad que muchos le cuestionan internamente. Un par de horas antes, en Telemadrid, el diputado Manuel Pizarro había dudado de ella. La secretaria general ordenó al presidente del Comité de Garantías, Alfonso Fernández Mañueco, que le cortara la cabeza a Costa sin contemplaciones. Y sin llamarle.
El que fuera hasta hace nada la mano derecha de Camps se enteró a través de la prensa de que había sido suspendido cautelarmente de militancia. ¿El motivo? Oficialmente se desconoce, porque el comunicado no lo explica, aunque es evidente que Cospedal entendió que no podía ser desautorizada por Costa y dio un golpe en la mesa. Además había corrido la idea en los últimos días de que Camps pretendía recuperar a su mano derecha y ofrecerle un puesto de consejero.
Mientras Cospedal echaba a Costa desde Madrid, Camps le abrazaba en las Cortes y después decía de él que es "un dirigente excepcional". Y mientras Génova liquidaba a Costa sin contemplaciones, los aguirristas contemplaban con gran enfado cómo Manuel Cobo era citado para el próximo miércoles, lo que puede retrasar la solución al conflicto de Caja Madrid, pendiente de la posible sanción al vicealcalde.
El comunicado oficial de suspensión de Costa denotaba la enorme tensión y el desconcierto de la dirección nacional ante una situación descontrolada que la mayoría del partido interpreta como una falta de autoridad: "El Comité recuerda a todos los militantes su obligación de abstenerse y de hacer manifestaciones o declaraciones que puedan perjudicar la imagen o disciplina interna del Partido y advierte que, de producirse, aplicará los Estatutos del mismo". Esto es, se sancionará a cualquiera que diga algo estridente.
Fue inútil. Poco después de que se hiciera público este comunicado, el ex presidente José María Aznar, nada menos que presidente de honor del partido, lanzaba un durísimo ataque indirecto a su sucesor. Cuando le preguntaron en un coloquio cómo ejercer el liderazgo, sentenció: "Un líder, no varios; un partido, no varios; un proyecto, no varios. La conjunción de estas tres cosas a mí me dio resultado", dijo.
Aznar también dijo que las cajas de ahorro deberían ser privatizadas, y dio lecciones sobre cómo afrontar la corrupción, obviando que la mayoría de los implicados en el caso Gürtel tienen relación con su época de presidente, hasta el punto de que el principal imputado, Francisco Correa, fue testigo en la boda de su hija. "Si los dirigentes políticos no reaccionan, habrá un momento, dentro de muy poco, en que no podrán salir a la calle. La vida política tiene que estar dirigida por políticos responsables".
Pero no sólo el ex presidente le complicó la jornada a Rajoy. Un teórico apoyo como Juan Vicente Herrera, presidente de la Junta de Castilla y León, amenazó con dejar la política ante la situación de deterioro que vive su partido.
También entró en tromba en Telemadrid Manuel Pizarro, fichaje estrella de Rajoy en las elecciones de 2008. Primero sentenció que Rodrigo Rato sería "un buen presidente de Caja Madrid y un buen presidente del Gobierno", dejando así en evidencia a Rajoy, y después remató al hablar de la crisis en su partido: "El ganado tiene que tener un pastor por delante y un perro guardián. El líder tiene que ir delante, llevar un secretario general que ponga orden y un motor muy claro que son los principios, los valores e ideas con los que intentas imantar a la sociedad. Cuando no se hace esto el ganado se desparrama".
Rajoy reventó por la noche, harto del caos en el que se había convertido su partido. En un mitin en Cartagena (Murcia) admitió que el PP "tiene un problema con la corrupción del caso Gürtel" y otro con la imagen que está dando por los enfrentamientos. "Sé lo que están pensando los militantes y dirigentes. He convocado un Comité Ejecutivo el martes. Allí tendrán su respuesta. Hablaré del respeto debido a la militancia, del interés general y de la lealtad. Tengo paciencia, pero Santo Job sólo hay uno en la historia".
La interpretación más extendida anoche era que Rajoy tratará de resolver los problemas internos antes del martes, sin medidas drásticas, y ofrecer allí un discurso duro para tratar de cerrar la página de la división y empezar a hablar.
Rajoy anuncia "respuestas" en el Comité Ejecutivo del martes. La dirección pidió en un comunicado que nadie hable, pero fue inútil La sensación de caos absoluto dominaba a la mayoría de los dirigentes al final de una jornada agotadora. Y todos los cabos sueltos que Rajoy ha ido dejando en las últimas semanas se juntaron para enmarañarse. Todo empezó con una frase de Ricardo Costa, al que su jefe, Francisco Camps, no se atrevió nunca a destituir formalmente en un Comité Ejecutivo, como exigen los estatutos.
Costa lleva tres semanas esperando a que alguien en Génova le llame a declarar. Él dijo que suspendería sus funciones cuando le abrieran una investigación, pero nadie lo ha hecho. Así que, tal y como dice el acta firmada por su teórico sucesor, se considera secretario general.
Por eso, en un claro reto a la número dos del PP, Dolores de Cospedal, que este mismo lunes insistía en que él ya no es secretario general, Costa señaló en las Cortes autonómicas valencianas: "Creo que, como militante y como secretario general, es importante que la dirección nacional ratifique la gestión del partido en estos años, ratifique mi gestión como secretario general y también ponga en valor mi honradez".
Cospedal no se lo pensó dos veces y quiso demostrar una autoridad que muchos le cuestionan internamente. Un par de horas antes, en Telemadrid, el diputado Manuel Pizarro había dudado de ella. La secretaria general ordenó al presidente del Comité de Garantías, Alfonso Fernández Mañueco, que le cortara la cabeza a Costa sin contemplaciones. Y sin llamarle.
El que fuera hasta hace nada la mano derecha de Camps se enteró a través de la prensa de que había sido suspendido cautelarmente de militancia. ¿El motivo? Oficialmente se desconoce, porque el comunicado no lo explica, aunque es evidente que Cospedal entendió que no podía ser desautorizada por Costa y dio un golpe en la mesa. Además había corrido la idea en los últimos días de que Camps pretendía recuperar a su mano derecha y ofrecerle un puesto de consejero.
Mientras Cospedal echaba a Costa desde Madrid, Camps le abrazaba en las Cortes y después decía de él que es "un dirigente excepcional". Y mientras Génova liquidaba a Costa sin contemplaciones, los aguirristas contemplaban con gran enfado cómo Manuel Cobo era citado para el próximo miércoles, lo que puede retrasar la solución al conflicto de Caja Madrid, pendiente de la posible sanción al vicealcalde.
El comunicado oficial de suspensión de Costa denotaba la enorme tensión y el desconcierto de la dirección nacional ante una situación descontrolada que la mayoría del partido interpreta como una falta de autoridad: "El Comité recuerda a todos los militantes su obligación de abstenerse y de hacer manifestaciones o declaraciones que puedan perjudicar la imagen o disciplina interna del Partido y advierte que, de producirse, aplicará los Estatutos del mismo". Esto es, se sancionará a cualquiera que diga algo estridente.
Fue inútil. Poco después de que se hiciera público este comunicado, el ex presidente José María Aznar, nada menos que presidente de honor del partido, lanzaba un durísimo ataque indirecto a su sucesor. Cuando le preguntaron en un coloquio cómo ejercer el liderazgo, sentenció: "Un líder, no varios; un partido, no varios; un proyecto, no varios. La conjunción de estas tres cosas a mí me dio resultado", dijo.
Aznar también dijo que las cajas de ahorro deberían ser privatizadas, y dio lecciones sobre cómo afrontar la corrupción, obviando que la mayoría de los implicados en el caso Gürtel tienen relación con su época de presidente, hasta el punto de que el principal imputado, Francisco Correa, fue testigo en la boda de su hija. "Si los dirigentes políticos no reaccionan, habrá un momento, dentro de muy poco, en que no podrán salir a la calle. La vida política tiene que estar dirigida por políticos responsables".
Pero no sólo el ex presidente le complicó la jornada a Rajoy. Un teórico apoyo como Juan Vicente Herrera, presidente de la Junta de Castilla y León, amenazó con dejar la política ante la situación de deterioro que vive su partido.
También entró en tromba en Telemadrid Manuel Pizarro, fichaje estrella de Rajoy en las elecciones de 2008. Primero sentenció que Rodrigo Rato sería "un buen presidente de Caja Madrid y un buen presidente del Gobierno", dejando así en evidencia a Rajoy, y después remató al hablar de la crisis en su partido: "El ganado tiene que tener un pastor por delante y un perro guardián. El líder tiene que ir delante, llevar un secretario general que ponga orden y un motor muy claro que son los principios, los valores e ideas con los que intentas imantar a la sociedad. Cuando no se hace esto el ganado se desparrama".
Rajoy reventó por la noche, harto del caos en el que se había convertido su partido. En un mitin en Cartagena (Murcia) admitió que el PP "tiene un problema con la corrupción del caso Gürtel" y otro con la imagen que está dando por los enfrentamientos. "Sé lo que están pensando los militantes y dirigentes. He convocado un Comité Ejecutivo el martes. Allí tendrán su respuesta. Hablaré del respeto debido a la militancia, del interés general y de la lealtad. Tengo paciencia, pero Santo Job sólo hay uno en la historia".
La interpretación más extendida anoche era que Rajoy tratará de resolver los problemas internos antes del martes, sin medidas drásticas, y ofrecer allí un discurso duro para tratar de cerrar la página de la división y empezar a hablar.