lunes, 18 de enero de 2010

La mitología de Asturias de Santiyana



Como ocurre en otros pueblos, en Asturias de Santiyana existen fechas que han sido propicias desde antiguo para los rituales y las leyendas. Días cargados de ocultas y antiguas significaciones. Así, por San Juan, en el solsticio de verano, la noche es mágica. Dice la tradición en sus diferentes variantes que los Caballucos del Diañu y las brujas carecen de poderes tras el ocaso y se apoderan de él los curanderos; las plantas como el trébol de cuatro hojas, la flor del saúco, las hojas del sauce, enebro o brezo entre otras curan y dan felicidad si se recogen en esa madrugada. En torno a la Navidad y Año Nuevo (solsticio de invierno) se realizaban ceremonias rituales, mascaradas, vestigios de antiguos cultos al árbol, el fuego y el agua. En esas fechas se adornaban los manantiales y balcones con flores y se bailaba y saltaba sobre el fuego.


Destacan también momentos del día como el ocaso. En Asturias de Santiyana se hablaba de El Sol de los Muertos refiriéndose al último sol de la tarde que enviaban los difuntos. Este se creía que marcaba el momento en que los muertos regresan a la vida y diversos autores lo han asociado con reminiscencias del culto solar.


A través de los mitos los hombres buscaban respuesta a los hechos de la naturaleza que les parecían inexplicables. En la imagen los Cantos de la Borrica en los puertos de Sejos, bloques erráticos de origen glaciar. La mitología asturiana justifica la presencia de grandes rocas como estas en brañas y camberas por la acción perversa del Ojáncanu.

A la par que las divinidades telúricas y de la naturaleza, en Asturias de Santiyana ha habido, según la tradición popular y al igual que en otros pueblos, seres fabulosos de aspecto desigual que las gentes temían o adoraban y en torno a los cuales se forjaban historias y leyendas. Existen muchos seres de este tipo dentro de la mitología asturiana, entre los que se pueden destacar los siguientes:


El Nuberu. Es el dios de los truenos y tormentas. También conocido como Juan Cabritu.
El Cuélebre. Es la serpiente alada, animal totémico de los antiguos pueblos.
Los Ventolines. Son seres de la naturaleza asociados con los vientos.
El Ojáncanu. Esta criatura personifica el mal y representa la maldad, la crueldad y la brutalidad. Este gigante ciclópeo es la versión asturiana del Polifemo griego que aparece también en otras mitologías indoeuropeas.
La
Ojáncana o Juáncana. Mujer del anterior. Le gana a aquel en maldad pues entre sus víctimas se encontraban también los niños.
La
Anjana o Jana. Es la antítesis al Ojáncanu y la Ojáncana. Hada buena y generosa, protectora de las gentes honradas, de los enamorados y de quienes se extravían en los bosques y caminos.
El
Esteru. Es un personaje navideño de la mitología asturiana, este es un leñador que vive solo en el bosque y se dedica a hacer juguetes para repartirlos en Navidad por toda Asturias.
Los Trasgos. Aquí se engloban a todos los pequeños seres de la mitología asturiana, traviesos y burlones en una gran mayoría. Cabría distinguir entre los duendes domésticos, aquellos que viven en el interior o en los alrededores de las casas asturianas, como los
Trasgos y Trastolillos; y los que habitan el bosque, como Trentis y Tentirujos.

Existen otros muchos seres fabulosos que pueblan la rica mitología de Asturias de Santiyana, como los
Caballucos del Diañu, el Musgosu, el Ramidreju, etc. O hermosas leyendas como la de la Sirenuca, bella moza desobediente y caprichosa aficionada a trepar por los acantilados más peligrosos para cantar al compás de las olas y por ello convertida en xana marina. O la del Home Pez, un joven de Liérganes al que le gustaba nadar y que se perdió en el río Miera, siendo finalmente encontrado en la Bahía de Cádiz transformado en un extraño ser acuático. También existe la leyenda de l´Esquilu los dientis, el una variante local del Ratoncito Pérez, en este caso una ardilla que recoge los dientes de los niños y los cambia por monedas.


Todos estos seres y leyendas son prueba de la mentalidad mística de una época que respondió a la necesidad de los asturianos de expresar sus miedos a internarse en un bello entorno natural, pero a la vez abrupto, hostil y peligroso. A la búsqueda de respuestas que les diesen convencimiento y la conjugación de los poderes para su seguridad.


Aún todavía quedan asturianos en cuyos corazones las Anjanas, Xanas o Janas no han sido sustituidas por santos y vírgenes, pues la siguen atribuyendo ciertas buenaventuras a esta hada buena de Asturias de Santiyana, y aún se sigue amedrentando a los niños con el Ojáncanu. Pero este mundo de significaciones y de valores se ha ido diluyendo poco a poco con la modernidad y el paso de los tiempos, apareciendo nuevos mitos urbanos y olvidándose los antiguos.

Es en lo últimos tiempos cuando la mitología asturiana ha recobrado un significativo interés, en especial a partir de la recopilación llevada a cabo por el escritor Nél Llano Merino (1898-1938) a lo largo de su obra, nutrida de aportaciones de la tradición oral, y de trabajos de otros autores, como Constantino Cabal y Adriano García-Lomas.

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